martes, 23 de febrero de 2021

La generación que encontró el éxito en el pedido de desvinculación

El escenario es más o menos este: amigo formado en Comercio Exterior que decidió deshacerse de todo para trabajar en un hostel en Morro de Sao Paulo, amigo con cargo fantástico en una empresa multinacional que resolvió pedir su finiquito porque descubrió que solo quiere hacer hamburguesas, amiga abogada que largó oficina, auto y enamorado lejos para volver a ser estudiante, soltera y andar en transporte público fuera de su país, amiga ejecutiva de un grupo grande de empresas que quedó radiante por ser despedida diciendo: “finalmente voy a aprender a surfear”.
Pueden decir “ah pero quiero ver cuánto tiempo ellos van a aguantar sin ganar bien, sin pedir dinero para los padres”. Nada de eso. La onda es otra. Vendieron el auto, dividen departamento con otros 3 amigos, abrieron la mano de los lujos, no se importan de vivir con dinero contadito. Lo que ellos no podían aguantar más era la infelicidad.
Es gracioso pensar que el modelo de éxito de la generación de nuestros abuelos era una familia bien estructurada. Un buen matrimonio, hijos bien criados, comida en la mesa, sábanas limpiecitas. Todavía no había tanta guerra de ego en el trabajo, tantas metas inalcanzables de dinero. Una persona bien exitosa era aquella que tenía una familia que funcionó.
Es así que nuestros abuelos criaron a nuestros padres: esperando que ellos cumplieran esa grande meta de éxito, que era formar una familia sólida. Y claro, no funcionó. Nuestros padres son la generación del divorcio, de las familias reconstruidas (que son lindas, pero que no son nada de lo que nuestros abuelos esperaban). El modelo de éxito de nuestros abuelos no cabía en la vida de nuestros padres. Y todo el mundo quedó frustrado.
Entonces nuestros padres encontraron otro modelo de éxito: la carrera. Trabajaron duro, estudiaron, abrieron negocios, postularon a puestos, sudaron la camisa. Nos dieron lo mejor que pudieron. Se consideran más o menos exitosos por eso: ¿Hay una carrera sólida? ¿Hay bienes raíces? ¿Hay activos en el banco? ¿Hay reconocimiento en el trabajo? Persona bien exitosa es esa que le fue bien en la carrera. Y así nuestros padres nos criaron: dándonos todos los instrumentos para nuestra formación, para garantizar que alcancemos el éxito profesional. Nos enseñaron a estudiar, invertir y planear. Nos dieron todas las herramientas de estudio y nosotros obedecimos. Estudiamos, pasamos en los procesos selectivos, ocupamos cargos. ¿Y ahora, que está pasando? Una crisis nerviosa. Ejecutivos que creen que serían más felices si fuesen tenistas. Tenistas que creen que serían más felices si fuesen bartenders. Bartenders que creen que serían más felices si fuesen profesores de fútbol.
Reparamos que el éxito profesional no nos garantiza la sensación de misión cumplida. Ni sabemos si queremos sentir que la misión está cumplida. Ni sabemos cuál es la misión. Ni sabemos si tenemos una misión ¿Quiénes somos nosotros?
Nosotros valorizamos el amor y la familia. Pero ya estamos tranquilos en cuanto a eso. Si se casa todo bien, si se separa todo bien, si decide no tener hijos todo bien. Lo que importa es ser feliz. Nuestros padres ya rompieron eso para nosotros, ya rompieron con esa imposición ¿Será que ahora nosotros tenemos que romper con la imposición de la carrera?
Está es la hora de que aceptemos que, si alguien quiere ser CEO de una multinacional todo bien, si quiere trabajar en un café todo bien, si quiere ser profesor de matemática todo bien, si quiere ser eterno estudiante todo bien, si quiere hacer chocolates para fiestas ¡todo bien! Al final ¿Cuál es el modelo de éxito de nuestra generación?
¿Será que vamos a continuar engañándonos creyendo que nuestra generación también consigue medir éxito por cuenta bancaria? O el éxito, para nosotros, ¿está en aquella persona de rostro tranquilo y decisiones felices? ¿Será que éxito es tener dinero sobrando y tiempo faltando o dinero corto y cerveza helada? ¿Departamento fantástico y colesterol alto, o casita alquilada y huerto en la ventana? ¿Éxito es hijo volviendo en transporte escolar de la mejor escuela de la ciudad o es hijo que vas a buscar a la escuelita del barrio y paras para tomar un helado de uva en el negocio de la esquina?
Me parece que necesitamos aceptar que nuestro modelo de éxito es otro. Tal vez una generación carpe diem. Una generación de hippies urbanos. En caso contrario no tendríamos tanta envidia oculta de los amigos locos que “tiraron diploma y carrera a la basura”. Tal vez –mera hipótesis- los locos seamos nosotros, que tiramos tanto tiempo, tanta salud y tanta vida, todo santo día, al tarro de la basura.
Escrito por
Traducido e interpretado por mí.